Inmunidad frente a virus
¿No te has preguntado alguna vez de que manera actúa la respuesta inmunitaria frente a patógenos?
¿Cuando piensas en ello te viene esta imagen?.
Hoy quiero hablaros de los mecanismos que utiliza nuestro cuerpo para luchar contra virus y que no difiere mucho de los que utiliza contra bacterias.
Bien, imaginemos que estamos en una guerra. Empiezan a entrar tropas y tropas de virus. A veces no tantos, un pequeño pelotón en cuanto a penas, pero estos tienen un arma fulminante que es la multiplicación.
El sistema inmune, que es nuestro ejército de defensa, ha sido informado de que en cualquier momento puede estallar la guerra y tiene soldados desplegados por todo el organismo de diferente categoría y con distintas armas para vigilar y combatir fuego enemigo.
Cuando un virus entra en el organismo, utiliza mecanismos para pasar desapercibido y por lo tanto no ser detectado, algo así como si el enemigo se disfrazara con el uniforme de tu ejército, siendo así indetectable como ya os comenté en otra entrada de este blog.
Estos virus actúan como un caballo de troya, se cuelan dentro de nuestras células sanas y aprovechando la maquinaria disponible en ellas empiezan a replicarse a lo bestia.
En un plazo de tan solo 24h un solo virus puede hacer hasta 100000 copias, ¡Una burrada!.
Las células que han sido infectadas empiezan a pedir socorro mandando unas señales llamadas citoquinas y quimioquinas. Es aquí donde empieza la respuesta inmune.
En primera linea de batalla
Las señales de socorro son detectadas por los macrófagos, cuya arma mortal es la engullición. Se comen literalmente a los patógenos o productos de desecho disminuyendo así la carga viral directamente.
Cuando esta respuesta es suficiente ya sea porque la carga viral era en un principio baja o porque la respuesta inmune ha sido muy rápida, la infección no va a más y queda controlada, generando así defensas para futuras infecciones y sin generar síntoma alguno (por eso hay gente que no desarrolla síntomas pero sí infecta a otros).
Si esto no es suficiente para controlarlo, el aumento de virus es cada vez más exponencial y estos soldados, los macrófagos, no son suficientes en número. Por lo que piden refuerzos mediante la secreción de citoquinas, las cuales además de mediar los procesos inflamatorios, son señales que en distintos órganos activan diferentes respuestas (en este punto es cuando empezamos a tener síntomas):
Cerebro: En el hipotálamo, activan los mecanismos para subir la temperatura corporal, osea fiebre, y ayudar a matar a los patógenos. (La temperatura ideal para los patógenos es 37’5 ºC pero a temperaturas más altas frenan ligeramente su multiplicación, osea el virus no está cómodo)
Hígado: Aumenta los niveles de ferritina y proteína C. Esta última detecta células infectadas con virus y las intenta eliminar o decirles que entren en apoptosis (suicidio).
Médula ósea: Producción de más macrófagos los cuales a su vez segregan más citoquinas y que puede inducir a un colapso (respuesta inflamatoria exagerada como en los casos graves de covid-19).
El segundo pelotón de respuesta inmediata son los linfocitos «Natural Killer«, las cuales son sanguinarias con las células del organismo que están infectadas. Las detecta debido a que toda célula tiene unas proteínas en su membrana que pierden cuando ha sido infectada. Por lo que si un NK «cachea» a una célula cualquiera y no encuentra dichas proteínas de reconocimiento que dicen que la célula está sana, la destruye impunemente.
Hasta aquí encontraríamos lo que es llamado la inmunidad innata.
Inmunidad adquirida
En segunda línea de batalla encontraríamos a las células dendríticas.
Estas células son las chivatas de nuestro ejército. Cogen el virus o fragmentos de él y a través de los ganglios linfáticos se lo presentan a los linfocitos Th (colaboradores) para que empiecen a cooperar. A su vez, liberan citoquinas para avisar a los linfocitos B y linfocitos Tc.
Los linfocitos Tc o citotóxicos buscan y matan al virus. Los linfocitos B (glóbulos blancos) son un tipo de linfocitos que tenemos desde que nacemos. Hay millones diferentes (no hay dos iguales) y cada uno solo detecta a un organismo o grupo reducido de organismos en el mundo.
Tenemos un pequeño muestrario de linfocitos B diferentes desde que nacemos y cada vez que entra un patógeno nuevo en el organismo, se generan más reservas de ese linfocito en concreto haciendo posible la inmunización parcial o total. Además, a través de la lactancia y parto vaginal se nos transmite parte de las defensas de nuestra madre, acelerando así nuestro nivel de inmunidad frente a patógenos (de ahí la importancia de la lactancia).
Entonces, ¿Qué ocurre con los linfocitos B?
Bien, cuando reciben la señal de que hay un patógeno los linfocitos B van a la búsqueda de ver qué linfocito de todos ellos es el que puede reconocer al patógeno. Cuando ocurre el reconocimiento se activa la proliferación de ese determinado linfocito para generar unas reservas que ayudan a luchar contra ese patógeno en el momento o en futuras infecciones.
Su arma de matar es el marcado de virus a través de Inmunoglobulinas M y G (anticuerpos).
Las IgM bloquean los virus y los hacen más visibles para los macrófagos, además de que también marcan las células infectadas y ayudan así a que los NK se adhieran y las maten.
Las IgG actúan en cierta manera igual solo que lo hacen más efectivamente.
Estas Ig pueden ser detectadas en sangre entre 9-12 dias y 14-21 días respectivamente.
Llegados a este punto existen dos posibles escenarios:
1. Que el virus sea controlado y el paciente sane
2. Que se produzca un colapso inmunitario, es decir, una respuesta demasiado exagerada y provoque la muerte.
La reserva de Ig y linfocitos B que queda de este contacto con el patógeno se almacena y es la llamada inmunidad adquirida.
Esta inmunidad se pierde con los años y es por ello que los ancianos son menos eficientes inmunológicamente.
¿En qué escenario nos encontramos ahora por el SARS-CoV-2?
Habrá que esperar aún para conocer cual es la duración de la inmunidad adquirida, pues como hablamos en otras entradas, hay virus como el del resfriado que su inmunidad solo dura 15 días, mientras que hay otros virus como el de la varicela que es permanente.
¿Y cómo es posible que en determinados patógenos dure tan poco si tenemos ya una reserva de Ig específica? Pues tan sencillo como que los virus mutan a una velocidad de miedo. Y tiene su lógica pues al tener una replicación tan rápida y masiva, se van generando errores en la replicación que se van trasladando a los clones hijos y generan virus con proteínas superficiales distintas, que ya no corresponden a las que las Ig que tenemos de infecciones previas detectaban en un principio.
Por otra parte, tendremos que esperar al desarrollo de la vacuna, las cuales actúan aumentando las reservas de linfocitos B e Ig. El proceso de desarrollo de vacunas con todas sus fases suele tardar más de 2 años para que sea segura (puede llegar hasta 10 años depende de lo novedoso del organismo).
Espero que os haya gustado la entrada y os ayude a entender mejor como se desarrollan las infecciones. Para cualquier duda o apreciación podéis dejarme en comentarios lo que os surja.
Os dejo enlaces de artículos interesantes sobre el tema y para ampliar:
Sistema inmune y SARS-CoV-2:
https://elpais.com/elpais/2020/04/20/ciencia/1587379836_984471.html?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR3Jp75exFw25EZjgP81tvQFs0_AvAwe7dIX6oDBf9SxHGkIm5H4QjGDPlE
https://www.investigacionyciencia.es/noticias/qu-es-en-realidad-la-inmunidad-a-la-covid-19-18529?utm_source=Facebook&utm_medium=Social&utm_campaign=fb&fbclid=IwAR3YBlXP24wGoA-9W34TpoRDbhNYkMKskgcaD3edStOPDCx7GMjukbznfsY
https://biomedvinetas.wordpress.com/2015/01/02/las-defensas-del-cuerpo-el-sistema-inmune/
Fiebre
https://www.rtve.es/noticias/20110506/tenemos-fiebre/430630.shtml
Ferritina alta
https://hospitalfuensanta.com/especialidades/analisis-clinicos/ferritina-alta-como-bajarla/